
En 1905 frecuenta la Estancia La Matilde, en Chajarí, provincia de Entre Ríos, que había arrendado su padre. Plástico autodidacta, dibujó de niño allí y en el Tuyú, provincia de Buenos Aires. La muerte de su padre, dos años después, quebró una manera de vivir. Realizó sus estudios en los Colegios Lasalle, del Salvador y Nacional Buenos Aires. Egresado del Colegio del Salvador, el trabajo ciudadano le absorbe las horas cortadas por trazos juguetones de un lápiz, tratando de recrear el paraíso perdido, debiendo conformarse con el cambio de las lenguas sureras por un trozo de blanco cartón, en el que aparecerá como en el espejo del doctor Fausto, todo aquello que le había entrado tan hondo. Pero descubre algo: el gaucho utiliza para sus comparaciones, sus apodos, para hacer un relato más florido, una caricatura verbal fruto de una aguda observación que lo descubre todo. De allí lo legítimo de Molina Campos

Escena en la pulpería.
En 1931 gana todos los rincones del país al ser contratado por una empresa comercial para reproducir sus cuadros en sus almanaques. Así sus obras se reproducen por millones y cada hoja mensual adquirirá valor comercial por sí sola. Todos sonríen ante sus paisanos deformados armoniosamente, como le decía Pío Colivadino. El almanaque se reiterará en forma continua hasta 1936, y se repetirá entre 1940 y 1945.
En 1932 contrae nupcias con María Elvira Ponce Aguirre, mendocina, sobrina del ilustre Dr. Carlos Ponce y nieta de Don José Rudesindo Ponce, fundador del Banco de Previsión Social.
Luego, en 1939 es contratado por firmas norteamericanas para efectuar publicidad comercial; campañas de seguridad, avisos a doble página en las más afamadas revistas, cartelones en los caminos, hacen de su obra el motivo para declararla de la mayor aceptación del año

En 1943 otra firma comercial lo contrata para sus almanaques, y los célebres gauchos de Molina Campos ganan la calle, copan los bares, los ranchos del oeste norteamericano y las instituciones públicas y privadas los piden como testimonio. Sus cuadros figuran en el Museo Horse de las Américas en la Universidad de Texas (Austin), EE.UU. y es el único artista extranjero en la Galería de Charles M. Rusell de Montana.
Habló en el mismo idioma a Ricardo Güiraldes y Benito Lynch, quienes lo reconocieron como parte de la obra que ellos realizaban a través de las letras continuando con las de Hernández y Ascasubi.
Cupertino del Campo, Alcides Gubellini, Carlos Vega, Eduardo Acevedo Díaz, Cesáreo Bernaldo de Quirós, Rafael Squirru, José Belbey, Quinquela Martín y tantas otras personalidades, le han brindado testimonios de admiración, desentrañando los profundos significados de una prolífera obra que tiene la característica de ser reconocida por todo un pueblo

En 1955 funda una escuela pública en Los Estribos, en la que un centenar de niños aprendió a cantar el Himno patrio y las primeras letras, que el matrimonio Molina Campos mismo les enseñara. En ese pueblo, ahora ciudad, la Fundación que hoy lleva su nombre ha levantado un museo que reúne gran parte de su obra.
En 1956 expone en Galerías Witcomb, Bs. As. Se filma Pampa Mansa, con la que viaja al Festival cinematográfico de Berlín.
Cuando Florencio Molina Campos murió, el 16 de noviembre de 1959, en Buenos Aires, al decir de su amigo Edward Larocque Tinker, el mundo perdió un genio que había dedicado su vida a llevar alegría a un mundo en tensión; por eso, qué mejor epitafio pudo haber tenido que este: Hizo sonreir a muchos millones.